Esta entrada no pretende ser una reseña. Más bien sería un resumen con algo de opinión. Y es que el enfoque neurocientífico de la pobreza resulta ser muy atractivo para quienes nos hemos topado alguna vez con esa vasta bibliografía que concluye que un niño pobre (en un sentido amplio, no solo bajo un enfoque monetario) difícilmente puede aspirar a ascender socialmente. El principal argumento de estos trabajos gira en torno a que es éste un país donde dicho ascenso es prácticamente imposible, pues las oportunidades son escasas y el nivel educativo de los padres y al que el niño pueda acceder lo condicionan de manera casi terminal. De esto surgen dos interrogantes algo radicales: ¿no importará el esfuerzo porque simplemente no le va a dar la cabeza? y ¿qué probabilidades hay que el hijo de un cartonero se reciba de médico? Por otro lado, existen factores adicionales que condicionan al individuo en su paso por una institución educativa como pueden ser una obligación laboral, tiempo que se pierde viajando, si cuenta o no con un sitio donde estudiar en la casa (porque fuera del hogar es bastante difícil hacerlo), y si viviera en un ambiente hostil o de importantes carencias materiales (como servicios de luz, gas, agua potable). ¿Qué podríamos decir en cuánto a su futuro? En este libro, Lipina argumenta que se ven afectadas su personalidad y deseos -aquello que pudiera llegar a ser o hubiese querido hacer-, sus pensamientos y emociones; esto decanta en lo que pudiera ser la mayor de las faltas, porque los pensamientos pierden grados de libertad, embarcando al individuo en una suerte de “yo” alternativo desde el origen de sus tiempos. La parte más dura es que quienes la padecen ni siquiera sufren su ausencia/pérdida, no se percatan de ello. Después de todo ¿cómo sufrir por algo que nunca existió? En contraposición, el individuo tendrá libertad si goza de la capacidad de llevar la vida que quiera llevar, esto último siguiendo la noción de Amartya Sen respecto a la libertad en el marco del desarrollo económico. Sin embargo no es mi intención hacer una ensalada conceptual. Para el lector interesado, recomiendo “Desarrollo y Libertad”. Finalmente existen esperanzas: a la luz de diversas investigaciones (citadas en Pobre Cerebro) queda claro que, sin importar las condiciones iniciales, la recuperación es posible.
Antes de entrar en materia, serán necesarias algunas definiciones (aunque ninguna muy específica):
Los estresores son circunstancias ambientales; hay que tener en cuenta que “las experiencias estresantes dependen tanto de la historia sociocultural del individuo como de la manera en que esta moldea diferentes redes neurales durante su desarrollo”.
La autorregulación se trata de conductas que se orientan a solucionar un problema específico de adaptación; por ejemplo, poder comportarse de manera adecuada ante cierta situación o lugar en que nos encontremos.
La sinapsis es el proceso de unión de células nerviosas.
La cognición tiene que ver con la capacidad de pensar, ésta consiste en procesos como razonamientos, aprendizaje, resolución de problemas e incluso los sentimientos. La neurociencia considera a la cognición como “una suma de componentes biológicos que realizan cómputos programados para llevar a término tareas complejas”.
Siguiendo la línea que nos ocupa, el enfoque neurocientífico moderno de la pobreza “propone analizar cómo diferentes factores individuales y ambientales asociados a ingresos bajos o condiciones de vida en que las necesidades básicas de alimentación, vivienda, educación y salud están insatisfechas influyen en el desarrollo neural”. La pobreza es un fenómeno multidimensional (en el sentido que debe ser explicada y estudiada desde distintas áreas) y afecta al sistema nervioso central.
Existe algo llamado Eje HPA (H de hipotálamo, P de pituitaria y A de adrenal), un sistema que regula la capacidad para adaptarnos a diferentes ambientes y nos prepara para dar una respuesta. Este sistema es activado por los estresores y “en situaciones tempranas de adversidad causadas por la pobreza extrema, el maltrato y el abandono, el sistema se activa en forma crónica y daña la salud física y psicológica de todos los integrantes de la familia, en especial de los niños, desde antes de su nacimiento”.
Pero, al fin y al cabo, ¿qué es la pobreza? En palabras del autor: “la pobreza es una violación de la dignidad humana, en tanto trunca el desarrollo de las capacidades de las personas, y una de las señales más potentes de desigualdad. En cualquiera de sus definiciones y más allá de la forma en la que se la mida, causa enfermedad, muerte prematura y humillación, se la asocia con la discriminación, la sujeción, la vergüenza y la falta de confianza”. Y al ser la pobreza de carácter multidimensional, su tratamiento ha de ser interdisciplinario, lo que constituye uno de los puntos importantes que aquí se tratan.
¿Cómo y por qué la pobreza es una limitación? “las condiciones de vida hacen que las oportunidades de estimular las competencias cognitivas y el desarrollo emocional, intelectual y social de los niños disminuyan porque la tensión psicológica y la impotencia de los adultos para alcanzar estándares mínimos de dignidad cotidiana pueden provocar un aumento de la incidencia de estresores en los ambientes de crianza”. A partir de aquí, desarrolla la desigualdad que genera la pobreza desde el punto de vista psicológico y neurocientifico, y cómo ésta afecta a nivel regulatorio y el descenso de oportunidades para el desarrollo de capacidades.
La definición conceptual de la pobreza determina la forma en la que se estudia el fenómeno, tal es así que las políticas y estrategias para modificar sus causas y sus efectos son distintas. Respecto a los efectos de la pobreza en la salud física y psicológica, el impacto sobre el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños depende de la cantidad de factores de riesgo a los que están expuestos, de los momentos de la vida en el que experimentan las privaciones y de su susceptibilidad al ambiente: “el mismo nivel de ingreso o confort material puede ser percibido de forma diferente por los integrantes de la familia”. También “la experiencia subjetiva de la pobreza depende en muchos casos de las comparaciones entre pares en los diferentes contextos de desarrollo, incluidos los medios masivos de comunicación y las redes sociales”. Y es que la pobreza “refiere a un conjunto de requisitos psicológicos, físicos y culturales cuyo cumplimiento representa una condición mínima necesaria para el desarrollo de la vida humana en sociedad” (para la llamada Teología de la liberación “un individuo que vive en situación de pobreza pierde la capacidad de ser consciente de que es un sujeto de derecho”). La neurociencia cognitiva y la psicología del desarrollo contemporáneo afirman que la pobreza influye negativamente en el desarrollo de las competencias autorregulatorias, y las experiencias tempranas adversas pueden modificar la organización de los sistemas de regulación emocional al estrés. Es importante aclarar que, si bien los efectos de la pobreza son evidentes, ésta limita las capacidades tanto por oportunidades como también de una forma autoimpuesta dada la baja autoestima a raíz de las experiencias (producto del ambiente y su influencia). Existen trabajos que asocian a la pobreza con la posibilidad de adquirir enfermedades más tempranamente y, por consiguiente, sufrir una muerte prematura. Así y todo “el hecho de que una familia padezca pobreza por ingreso no implica necesariamente que los niños que la integran vayan a tener dificultades de desarrollo o de aprendizaje”. En esta cita la palabra clave es “pobreza por ingreso”: no se involucra otro tipo de carencias.
Entre muchos trabajos que en el libro aparecen, cabe mencionar el de Bradley y Corwyn (2002), que aclara: “cuanto mayor es el tiempo que vive una familia en situación de pobreza menor es la cantidad y calidad de estímulos para el desarrollo cognitivo y el aprendizaje en el hogar”. Otros trabajos indican que la pobreza no necesariamente implica un déficit cognitivo, o buscan predecir el desempeño en tareas donde se utiliza la memoria y el control cognitivo que tendrá un individuo en el futuro en función de ciertos parámetros como el ambiente lingüístico, el nivel educativo de la madre y las prácticas de crianza.
Ampliando la definición de autorregulación: “es un concepto psicológico que se refiere a la capacidad de ajustar, en función del contexto, los pensamientos, emociones y conductas”. Ayuda a las personas a adaptarse a los cambio. Al mismo tiempo, conlleva un proceso de aprendizaje, cambia durante el ciclo vital. En resumen, “son procesos psicológicos como la atención, la identificación de pensamientos y emociones adecuados para lograr un objetivo, el recuerdo y el uso de información relevante para la tarea, la posibilidad de cambiar el rumbo de pensamiento o la acción cuando las circunstancias ambientales cambian, imaginar los pasos que deben cumplirse para realizar una tarea compleja y luego ejecutarlos”. Estos procesos son resultado de la socialización según cada cultura, la construcción biológica y el ambiente en el que se encuentra cada individuo. Ésta “es más vulnerable en entornos poco estimulantes o con estresores intensos y habituales”.
Es importante comprender cuáles son los grados de libertad que permiten al ser humano cambiar y adaptarse a las contingencias ambientales desde su nacimiento. Cabe aclarar que el sistema nervioso cambia y se organiza durante toda la vida en función de la interacción entre las características propias del individuo (el genoma humano o aquello que traemos de fábrica, la esencia de cada uno) y el ambiente en que le tocó vivir (además del esfuerzo y las posibilidades de adaptación). El cambio que sufre el sistema es denominado “plasticidad neural”. Esta plasticidad varía según la etapa de la vida, es decir que los componentes neuronales cambian más o menos de acuerdo al momento del ciclo vital en el que nos encontremos: este cambio es mayor durante las primeras etapas. La organización del sistema nervioso involucra mecanismos como la generación de sinapsis y la poda sináptica. El autor mantiene una posición crítica ante la poca importancia que se le da al desarrollo luego de los míticos primeros mil días de vida, ya que el desarrollo regulatorio se extiende hasta la segunda década de vida. Esto afecta la generación de oportunidades.
En líneas generales, para explicar el proceso de desarrollo neuronal tenemos que “desde el nacimiento, cada experiencia de vida tiende a generar contactos entre las neuronas […] la regulación e integración de la información que cada neurona recibe a través de miles de sinapsis son las responsables de la capacidad de procesamiento del cerebro”. Cerca de la mitad de las neuronas sobreviven en la vida adulta, estas se van perdiendo a través de un proceso denominado “poda sináptica” la misma tiene lugar a través de la «muerte celular programada” y la eliminación de conexiones poco utilizadas (aquí las células que tienen poca o ninguna actividad mueren). Los momentos de máxima organización neural son los llamados “periodos críticos”, cuando cada función cerebral se va estableciendo pues allí los sistemas se transforman y dan lugar a una habilidad o función particular, por tanto estos sistemas son muy sensibles a ciertos factores: «luego de cada periodo crítico, las conexiones neurales disminuyen y son menos proclives al cambio”. En vista de ello, se estima que la poda de procesamiento sensorial y motriz culmina alrededor de los 24 meses de edad, mientras que en las del área frontal termina no antes de los 15 años, e incluso la generación de sinapsis puede extenderse al menos hasta los 20 años. Este dato resulta central porque los componentes neurales que conforman las diferentes redes de las zonas frontales del cerebro están involucrados en los procesos de autorregulación, pensamiento y aprendizaje». De allí la importancia de la estimulación y de proveer un ambiente seguro que permitan enfrentar situaciones adversas durante las primeros 20 años de vida (como dice el autor, no es lo mismo escapar de un depredador que resolver un problema de algebra). Existen también los denominados «periodos sensibles», de mayor duración. Estos refieren “no sólo a la etapa durante la cual el cerebro es especialmente sensible a cierto estímulos ambientales, sino también a una ventana de tiempo durante la cual el cerebro es más receptivo a la experiencia que contribuye a su formación”; a saber: el desarrollo autorregulatorio del lenguaje y del aprendizaje corresponde a muchos periodos sensibles
Entonces, de no haber existido estímulos adecuados ni un ambiente seguro, ¿es posible la recuperación? La respuesta esbozada por Lipina es que “en general, la recuperación cognitiva luego de una privación de estímulos ambientales suele ser mayor durante las etapas tempranas de desarrollo cerebral”, pero “que se haya alcanzado un número estable de sinapsis en cada área cerebral no significa que el desarrollo cognitivo y el aprendizaje se cierren, dado que siguen abiertas las oportunidades de generar nuevos contactos por intervenciones ambientales” y tal es así que asegura que mucho después de la ocurrencia de la “poda sináptica” es posible continuar construyendo conocimientos de cierta complejidad y “si bien el desarrollo neural se concentra en las etapas tempranas de la vida, no implica que no se pueda continuar aprendiendo y formándose durante la vida adulta, aun en condiciones ambientales adversas”. Se citan en el libro multiples trabajos en los cuales se demuestra que por medio de diversos tratamientos la recuperación es eminentemente posible.
En efecto, no sólo importan los primeros tres años de vida: no es más que un mito. Es erróneo pensar que para que los niños no pierdan oportunidades de desarrollo hay que estimularlos antes de que cierren los períodos de poda sináptica. En vista que diversos estudios han demostrado que pueden existir recuperaciones más allá de los 2 años -debido a que “el desarrollo autorregulatorio puede ser modificado por las pautas de crianza en el hogar, la socialización y la educación formal y no formal”-, las intervenciones también deben apuntar a la adolescencia, a fin de abarcar una mayor cantidad de etapas en el desarrollo de los miembros de la sociedad. Concluye el autor que «la plasticidad neural es una fuente de oportunidades en el sentido de que los cambios que produce en la organización y el desarrollo del sistema nervioso están influidos por el ambiente de crianza y, por lo tanto, por la manera en que las sociedades se organizan y se cuidan. Si bien la organización neural, en particular, y la construcción de un individuo, en general, dependen de múltiples factores individuales y sociales, los cuidados que cada comunidad les ofrece a sus niños influye en las oportunidades de desarrollo, aunque no existe evidencia neurocientífica que nos permita calcular cuántos cambios en la plasticidad se relacionan con qué cantidad de privaciones materiales y simbólicas”. Se debe considerar que “todo cambio en el ambiente de crianza de los niños que vivencian la pobreza requiere revisar y explicitar los supuestos acerca de qué es y cómo se produce el desarrollo infantil”.
Ciertamente es mucho más adecuada una perspectiva de la pobreza a partir del bienestar humano y la inclusión social que la meramente monetaria. Es importante plantear el crecimiento de las sociedades sobre la base de la igualdad de oportunidades y el bienestar de las personas para lograr equidad y “detener la producción de residuos humanos”. Sobre esto hace incapié el libro. Es fundamental la calidad de los ambientes de crianza a la hora de diseñar intervenciones orientadas a mejorar el desarrollo autorregulatorio de los niños expuestos a la pobreza, a fin de que no se encuentren condicionados durante la adultez tras una vida de carencias (materiales, afectivas y de estímulos) que les haya arrebatado la posibilidad de desarrollar y mejorar, al mismo tiempo, sus capacidades. Y todo esto será no solo para una ostensible mejora en el bienestar individual, sino también un avance a nivel social, pues las interacciones sociales ricas nos ayudan a mejorar. Algo así como lo que Adam Smith llamaba “los misterios que flotan en el aire”. Así se nos ocurrirán mejores ideas.
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